domingo, 13 de junio de 2010

Padrenuestro

CONVERSACIÓN CON DIOS

HOMBRE: Padre Nuestro que estás en los cielos
DIOS: Si… Aquí estoy...
HOMBRE: Por favor... no me interrumpa. ¡Estoy orando!
DIOS: ¡Pero tú me llamaste!...
HOMBRE: ¿Llamé? No llamé a nadie. Estoy rezando... Padre Nuestro que estás en los cielos...
DIOS: ¡¡¡Ah!!! Eres tú nuevamente.
HOMBRE: ¿Cómo?
DIOS: ¡Me llamaste! Tú dijiste: Padre Nuestro que estás en los Cielos. Estoy aquí. ¿En qué puedo ayudarte?
HOMBRE: Pero no quise decir eso. Estoy orando. Oro el Padrenuestro todos los días, me siento bien rezando así. Es como cumplir con un deber. Y no me siento bien hasta cumplirlo.
DIOS: Pero ¿cómo puedes decir Padre Nuestro sin pensar que todos son tus Hermanos? ¿Cómo puedes decir que estás en los cielos, si no sabes que el cielo es paz, que el cielo es amor a todos...?
HOMBRE: Es que realmente no había pensado en eso.
DIOS: Pero... prosigue tu oración.
HOMBRE: Santificado sea tu nombre...
DIOS: ¡Espera ahí! ¿Qué quieres decir con eso?
HOMBRE: Quiero decir... quiero decir... lo que significa. ¿Cómo lo voy a saber? Es parte de la oración. ¡Sólo eso!
DIOS: Santificado significa digno de respeto, santo, sagrado.
HOMBRE: Ahora entendí. Pero nunca había pensado en el sentido de la palabra SANTIFICADO. 'Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo...'
DIOS: ¿Estás hablando en serio?
HOMBRE: ¡Claro! ¿Por qué no?
DIOS: ¿Y qué haces tú para que eso suceda?
HOMBRE: ¿Cómo qué hago? ¡Nada! Es que es parte de la oración, hablando de eso... sería bueno que el Señor tuviera un control de todo lo que acontece en el cielo y en la tierra también.
DIOS: ¿Tengo control sobre ti?
HOMBRE: Bueno... ¡Yo voy a la Iglesia!
DIOS: ¡No fue eso lo que te pregunté! ¿Qué tal el modo en que tratas a tus hermanos, la forma en que gastas tu dinero, el mucho tiempo que das a la televisión, las propagandas por las que corres detrás, y el poco tiempo que me dedicas a Mí?
HOMBRE: Por favor, ¡Para de criticar!
DIOS: Disculpa. Pensé que estabas pidiendo que se haga mi voluntad. Si eso fuera a acontecer... ¿Qué hacer con aquellos que rezan y aceptan mi voluntad, el frío, el calor, la lluvia, la naturaleza, la comunidad...?
HOMBRE: Es cierto, tienes razón. Nunca acepto tu voluntad, pues protesto por todo. Si mandas lluvia, pido sol... si mandas sol, me quejo del calor, si mandas frío, continúo protestando; pido salud, pero no cuido de ella, dejo de alimentarme o como mucho.
DIOS: Excelente que reconozcas todo eso. Vamos a trabajar juntos tú y yo. Vamos a tener victorias y derrotas. Me está gustando mucho tu nueva actitud.
HOMBRE: Oye Señor, preciso terminar ahora, esta oración está demorando mucho más de lo acostumbrado. Continúo...'el pan nuestro de cada día dánosle hoy'...
DIOS: ¡Para ahí! ¿Me estás pidiendo pan material? No sólo de pan vive el hombre sino también de Mi Palabra. Cuando Me pidas el pan, acuérdate de aquellos que no lo tienen. ¡Puedes pedirme lo que quieras, deja que me vea como un Padre amoroso! Estoy interesado en la última parte de tu oración, continúa...
HOMBRE: 'Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden....'
DIOS: ¿Y tu hermano despreciado?
HOMBRE: ¿Ves? Oye Señor, él me criticó muchas veces y no era verdad lo que decía. Ahora no consigo perdonarlo. Necesito vengarme.
DIOS: Pero… ¿Y tu oración? ¿Qué quieres decir con tu oración? Tú me llamaste y estoy aquí, quiero que salgas de aquí transformado, me gusta que seas honesto. Pero no es bueno cargar con el peso de la ira dentro de ti! ¿Entiendes?
HOMBRE: Entiendo que me sentiría mejor si me vengara.
DIOS: ¡No! Te vas a sentir peor. La venganza no es buena como parece... Piensa en la tristeza que me causarías, piensa en tu tristeza ahora. Yo puedo cambiar todo para ti. Basta que tú lo quieras.
HOMBRE: ¿Puedes? ¿Pero cómo?
DIOS: Perdona a tu hermano, y Yo te perdonaré a ti y te aliviaré.
HOMBRE: Pero Señor... no puedo perdonarlo.
DIOS: ¡Entonces no me pidas perdón tampoco!
HOMBRE: ¡Estás acertado! Pero solo quería vengarme, quiero la paz Señor.. Está bien, está bien: perdono a todos, pero ayúdame Señor! Muéstrame el camino a seguir.
DIOS: Esto que pides es maravilloso, estoy muy feliz contigo. Y tú... ¿Cómo te estás sintiendo?
HOMBRE: ¡Bien, muy bien! A decir verdad, nunca me había sentido así. Es muy bueno hablar con Dios.
DIOS: Ahora terminemos la oración... prosigue...
HOMBRE: 'No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal...'
DIOS: Excelente, voy a hacer justamente eso, pero no te pongas en situaciones donde puedas ser tentado.
HOMBRE: y ahora... ¿Qué quieres decir con eso?
DIOS: Deja de andar en compañía de personas que te llevan a participar de cosas sucias, secretas. Abandona la maldad, el odio. Todo eso te lleva al camino errado. No uses todo eso como salida de emergencia.
HOMBRE: ¡No te entiendo!
DIOS: ¡Claro que entiendes! Has hecho conmigo eso varias veces. Vas por el camino equivocado y luego corres a pedirme socorro.
HOMBRE: Tengo mucha vergüenza, perdóname Señor.
DIOS: ¡Claro que te perdono! Siempre perdono a quien está dispuesto a perdonar también. Pero cuando me vuelvas a llamar acuérdate de nuestra conversación, medita cada palabra que dices. Termina tu oración.
HOMBRE: ¿Terminar? Ah, sí, 'AMEN!'
DIOS: ¿Y qué quiere decir 'Amén'?
HOMBRE: No lo sé. Es el final de la oración.
DIOS: Debes decir AMEN cuando aceptas todo lo que quiero, cuando concuerdas con mi voluntad, cuando sigues mis mandamientos, porque AMEN quiere decir ASÍ SEA, estoy de acuerdo con todo lo que oré.
HOMBRE: Señor, gracias por enseñarme esta oración, y ahora gracias también por hacérmela entender.
DIOS: Yo amo a todos mis hijos, pero amo más a aquellos que quieren salir del error, a aquellos que quieren ser libres del pecado. ¡Te bendigo, y permanece en mi paz!
HOMBRE: ¡Gracias Señor! ¡Estoy muy feliz de saber que eres mi amigo!
(Autor desconocido)

lunes, 19 de abril de 2010

Pedofilia

Artículo del Padre Aldo Trento

“Cada día hago frente a situaciones terribles e indescriptibles. A menudo ni siquiera puedo leer los informes de los trabajadores sociales, tan terribles son los actos de violencia sexual sufrida por mis niños.”

Es un sacerdote italiano que desarrolla su labor en Paraguay. Desde allí, contempla con horror lo que está sucediendo estos días y no duda en alzar su voz, firme y sin complejos, frente a la voracidad mediática de los que “viven de comer el excremento de poder”.

Se llama Aldo Trento y su denuncia de cierto periodismo ha sido publicada en Il Foglio bajo un título que no deja lugar a dudas: Contra los que escupen a los sacerdotes.

“La pedofilia parece interesarle más a algunos periodistas y a sus fantasías y alucinaciones que al público: porque me he encontrado a miles de personas, sobre todo jóvenes, y ninguno me ha hecho una pregunta sobre este asunto. Lo que significa que si bien existe este flagelo en el mundo y ha afectado también a la Iglesia, recibiendo la dura, clara y fuerte condena del Santo Padre, aún estamos lejos de aquel fenómeno de masas, como si todos los sacerdotes fuesen pedófilos, como quieren hacernos creer.

Hace 40 años que soy sacerdote, he estado en diversas partes del mundo, he vivido en orfanatos, escuelas, internados para niños, y nunca he visto a un colega culpable de este delito. No solo eso, sino que he vivido con sacerdotes y religiosos que han dado la vida para que estos pequeños también la tengan.

Actualmente vivo en Paraguay. Mi misión abarca todo lo humano en su pobreza, esa humanidad arrojada a la basura desde el sensacionalismo de los medios de comunicación. Durante 20 años he compartido mi vida con prostitutas, homosexuales, travestis, enfermos de SIDA, en las calles, en basureros, en las favelas. Me los he llevado a casa, donde la divina Providencia ha puesto en marcha un hospital. Y en esta ‘antesala del Paraíso’, como lo llaman ellos, los acompaño al Paraíso. Han vivido como perros y mueren como príncipes.

Cerca de la clínica, también la Providencia ha creado dos ‘casas de Belén’, para conmemorar el lugar de nacimiento de Jesús, que acogen a 32 niñas, muchas de ellas violadas por el padrastro o el compañero ocasional de la madre.

Cada día hago frente a situaciones terribles e indescriptibles. A menudo ni siquiera puedo leer los informes de los trabajadores sociales, tan terribles son los actos de violencia sexual sufrida por mis niños. Sin embargo, después de unos meses con nosotros, respiran un aire diferente, ese aire que sólo produce el hecho cristiano y nuestro amor, el de los sacerdotes, contra los que los monstruos del periodismo despotrican. Pablo Neruda tenía razón cuando definió a algunos periodistas ‘que viven de comer el excremento de poder’.

Mi corazón de cura, mientras da la vida por estos inocentes, no puede dejar de darla también, como Jesús, incluso por aquellos de quienes El dijo: ‘Al que escandalice a uno de estos pequeños, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino y le hundan en el mar’.

¿No se preguntan qué sería de este mundo sin este puerto de esperanza segura para todo hombre, incluidos ustedes que en estos días como cuervos feroces se divierten sádicamente escupiendo sobre su Casto Rostro? Vengan al tercer mundo para entender qué quiere decir que miles de sacerdotes y hermanas mueran dando su vida por los niños.

Un día, cuando la vida les pida que le des razón de lo que han hecho, esta Iglesia, esta madre sobre la que han aprendido a escupir, los acogerá, los abrazara, los perdonará. Esta madre, que desde hace 2000 años es escupida, ofendida y acusada, desde hace 2000 años les dice a todos los que lo piden: ‘Yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo’.

Esta madre, que juzga y condena el pecado e increpa al pecador culpable de algunos horrendos delitos, como la pedofilia, no cierra ni cerrará jamás las puertas de su misericordia a nadie.

No perdamos el tiempo ante los delirios de algunos periodistas que usan ciertos execrables casos de pedofilia para atacar el Acontecimiento cristiano, para poner en discusión la perla del celibato, y miremos a los miles de personas, jóvenes en particular, que buscan, creen y preguntan a la Iglesia el por qué, el sentido último de la vida y que ven en Ella la única respuesta.

Personalmente, estoy más preocupado por la falta de santidad en muchos de nosotros, los sacerdotes, que por otras cosas, por graves y perjudiciales que sean. Me preocupa más una iglesia que se avergüenza de Cristo, en lugar de predicarlo desde los tejados. Me preocupa más no encontrar a los sacerdotes en el confesionario, y que el pecador viva el tormento de su pecado sin encontrar un confesor que le absuelva. A las acusaciones difamatorias en los últimos días urge responder con la santidad de nuestra vida y con una entrega total a Cristo y a los necesitados.

La pedofilia debe responderse como el Papa enseña. Sólo anunciando a Cristo se sale de este estercolero horrible, porque sólo Cristo salva al hombre completo. Si Cristo no es el corazón de la vida, entonces cualquier perversión es posible. La única defensa que tenemos son nuestros ojos enamorados de Cristo. El dolor es enorme, pero la seguridad, granítica: ‘Yo he vencido al mundo’ es infinitamente superior.”

El Padre Aldo Trento es muy conocido en Paraguay, donde su labor goza de un gran prestigio. Don Aldo pertenece a una generación que, durante su juventud, se sintió atraída por el radicalismo izquierdista, hijo de los 60.

En el último Meeting de Rimini ofreció su testimonio:
“A los sesenta y dos años soy un hombre contento, entrando en un cumplimiento que me hace mirar la muerte con serenidad. He acompañado a morir a más de quinientas personas en cuatro años. Todas han muerto con una sonrisa en los labios. Me he convertido en padre de decenas de niños que no tienen a nadie y me llaman papá: «Papá, ¿cuándo vuelves?, ¿por qué te vas?». Los acuesto por la noche, los levanto por la mañana y los acompaño al colegio.”
“Cada día hago frente a situaciones terribles e indescriptibles. A menudo ni siquiera puedo leer los informes de los trabajadores sociales, tan terribles son los actos de violencia sexual sufrida por mis niños.”

Es un sacerdote italiano que desarrolla su labor en Paraguay. Desde allí, contempla con horror lo que está sucediendo estos días y no duda en alzar su voz, firme y sin complejos, frente a la voracidad mediática de los que “viven de comer el excremento de poder”.

Se llama Aldo Trento y su denuncia de cierto periodismo ha sido publicada en Il Foglio bajo un título que no deja lugar a dudas: Contra los que escupen a los sacerdotes.

“La pedofilia parece interesarle más a algunos periodistas y a sus fantasías y alucinaciones que al público: porque me he encontrado a miles de personas, sobre todo jóvenes, y ninguno me ha hecho una pregunta sobre este asunto. Lo que significa que si bien existe este flagelo en el mundo y ha afectado también a la Iglesia, recibiendo la dura, clara y fuerte condena del Santo Padre, aún estamos lejos de aquel fenómeno de masas, como si todos los sacerdotes fuesen pedófilos, como quieren hacernos creer.

Hace 40 años que soy sacerdote, he estado en diversas partes del mundo, he vivido en orfanatos, escuelas, internados para niños, y nunca he visto a un colega culpable de este delito. No solo eso, sino que he vivido con sacerdotes y religiosos que han dado la vida para que estos pequeños también la tengan.

Actualmente vivo en Paraguay. Mi misión abarca todo lo humano en su pobreza, esa humanidad arrojada a la basura desde el sensacionalismo de los medios de comunicación. Durante 20 años he compartido mi vida con prostitutas, homosexuales, travestis, enfermos de SIDA, en las calles, en basureros, en las favelas. Me los he llevado a casa, donde la divina Providencia ha puesto en marcha un hospital. Y en esta ‘antesala del Paraíso’, como lo llaman ellos, los acompaño al Paraíso. Han vivido como perros y mueren como príncipes.

Cerca de la clínica, también la Providencia ha creado dos ‘casas de Belén’, para conmemorar el lugar de nacimiento de Jesús, que acogen a 32 niñas, muchas de ellas violadas por el padrastro o el compañero ocasional de la madre.

Cada día hago frente a situaciones terribles e indescriptibles. A menudo ni siquiera puedo leer los informes de los trabajadores sociales, tan terribles son los actos de violencia sexual sufrida por mis niños. Sin embargo, después de unos meses con nosotros, respiran un aire diferente, ese aire que sólo produce el hecho cristiano y nuestro amor, el de los sacerdotes, contra los que los monstruos del periodismo despotrican. Pablo Neruda tenía razón cuando definió a algunos periodistas ‘que viven de comer el excremento de poder’.

Mi corazón de cura, mientras da la vida por estos inocentes, no puede dejar de darla también, como Jesús, incluso por aquellos de quienes El dijo: ‘Al que escandalice a uno de estos pequeños, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino y le hundan en el mar’.

¿No se preguntan qué sería de este mundo sin este puerto de esperanza segura para todo hombre, incluidos ustedes que en estos días como cuervos feroces se divierten sádicamente escupiendo sobre su Casto Rostro? Vengan al tercer mundo para entender qué quiere decir que miles de sacerdotes y hermanas mueran dando su vida por los niños.

Un día, cuando la vida les pida que le des razón de lo que han hecho, esta Iglesia, esta madre sobre la que han aprendido a escupir, los acogerá, los abrazara, los perdonará. Esta madre, que desde hace 2000 años es escupida, ofendida y acusada, desde hace 2000 años les dice a todos los que lo piden: ‘Yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo’.

Esta madre, que juzga y condena el pecado e increpa al pecador culpable de algunos horrendos delitos, como la pedofilia, no cierra ni cerrará jamás las puertas de su misericordia a nadie.

No perdamos el tiempo ante los delirios de algunos periodistas que usan ciertos execrables casos de pedofilia para atacar el Acontecimiento cristiano, para poner en discusión la perla del celibato, y miremos a los miles de personas, jóvenes en particular, que buscan, creen y preguntan a la Iglesia el por qué, el sentido último de la vida y que ven en Ella la única respuesta.

Personalmente, estoy más preocupado por la falta de santidad en muchos de nosotros, los sacerdotes, que por otras cosas, por graves y perjudiciales que sean. Me preocupa más una iglesia que se avergüenza de Cristo, en lugar de predicarlo desde los tejados. Me preocupa más no encontrar a los sacerdotes en el confesionario, y que el pecador viva el tormento de su pecado sin encontrar un confesor que le absuelva. A las acusaciones difamatorias en los últimos días urge responder con la santidad de nuestra vida y con una entrega total a Cristo y a los necesitados.

La pedofilia debe responderse como el Papa enseña. Sólo anunciando a Cristo se sale de este estercolero horrible, porque sólo Cristo salva al hombre completo. Si Cristo no es el corazón de la vida, entonces cualquier perversión es posible. La única defensa que tenemos son nuestros ojos enamorados de Cristo. El dolor es enorme, pero la seguridad, granítica: ‘Yo he vencido al mundo’ es infinitamente superior.”

El Padre Aldo Trento es muy conocido en Paraguay, donde su labor goza de un gran prestigio. Don Aldo pertenece a una generación que, durante su juventud, se sintió atraída por el radicalismo izquierdista, hijo de los 60.

En el último Meeting de Rimini ofreció su testimonio:
“A los sesenta y dos años soy un hombre contento, entrando en un cumplimiento que me hace mirar la muerte con serenidad. He acompañado a morir a más de quinientas personas en cuatro años. Todas han muerto con una sonrisa en los labios. Me he convertido en padre de decenas de niños que no tienen a nadie y me llaman papá: «Papá, ¿cuándo vuelves?, ¿por qué te vas?». Los acuesto por la noche, los levanto por la mañana y los acompaño al colegio.”

lunes, 5 de abril de 2010

Jueves Santo

Vídeo de algunos Monumentos al Santísimo el Jueves Santo día 1 de Abril, en Las Palmas de Gran Canaria

domingo, 28 de marzo de 2010

jueves, 25 de marzo de 2010

Derecho a la Vida

¿Se permite en un pleno en nuestro país algo así?

lunes, 15 de marzo de 2010

Carta abierta a José Bono

Acabo de recibir por correo electrónico este artículo que me ha parecido perfecto y cuya carta podría ser enviada a muchos políticos. A ver si alguno la lee, aunque supongo que no les interesa, lo mismo que al Señor Bono.

De monseñor José Gea Escolano, obispo emérito de Mondoñedo-Ferrol

Estimado señor Bono:

Hace ya algún tiempo tuve el gusto de responderle a unas alusiones sobre mí que hizo en una televisión. Por las declaraciones que acaba de hacer, veo que sigue en la misma línea de entonces. Por lo que vuelvo a insistir en mi línea con una carta medio abierta, medio artículo.

Dice Ud. que «la opinión de quienes prefieren verme fuera de la Iglesia, excomulgado, condenado por herejía o ateo militante, la verdad es que no me interesa». No creo que a nadie nos interese verle excluido de la Iglesia; al contrario, pero es Ud. mismo quien se excluye.

Da la sensación de que se vincula a una iglesia que no existe. Dice que «gracias a Dios, la Iglesia es muy amplia, muy universal y muy grande». Y lo es, señor Bono, pero recuerde también que es una. No olvide que en el credo de la misa decimos: «Creo en la Santa Iglesia que es una...». Y tampoco olvide que es el credo que se proclama en la Iglesia de Roma desde los primeros siglos y que seguimos proclamando sin interrupción hasta nuestros días, sin añadir ni quitar una coma. Y en algunos actos importantes decimos: «Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar...». Supongo que también usted se gloriará de profesarla si se siente católico. No olvide que la Iglesia, además de universal, es muy grande, tiene una fe única, no una fe a la carta, que es por donde me parece que va yendo usted.

También dice: «Yo aspiro a que me dejen vivir en una Iglesia en la que el mandamiento principal sea el del amor, el del perdón, el de la fraternidad, y no el del miedo». Anda, pues yo también. Pero ¿a qué miedo se refiere? ¿Miedo a que la Iglesia proclame su fe con toda claridad? Es eso lo que incomoda a mucha gente. No incomodan determinados cardenales u obispos ni el propio Papa cuando proclaman con toda claridad la fe y la moral de la Iglesia. Lo que pasa es que hay quienes, por ejemplo Ud. mismo, quieren compaginar la fe y la moral de la Iglesia con el aborto, la eutanasia, las relaciones prematrimoniales, el matrimonio homosexual...

¿Qué quieren? ¿Que la Iglesia cambie de opinión en cuestiones de fe y de moral? Por poca formación cristiana que Ud. tenga, comprenderá que la Iglesia no puede hacerlo. Y si le niega la comunión sacramental, no es que la Iglesia lo aparte, sino que es Ud. quien se ha apartado. Porque lo admita o no, Sr. Bono, Ud. se ha situado fuera de la comunión eclesial. No comulga con la doctrina de la Iglesia y ¿qué quiere? ¿recibir el sacramento de la eucaristía, símbolo de la unión?

Sea serio. Porque ¿sabe bien lo que ha hecho, Sr. Bono? Contribuir con su voto a que se asesine a miles de seres humanos.. La Iglesia califica el aborto como «crimen abominable». ¿Y quiere comulgar sin arrepentirse públicamente? Sea serio, Sr. Bono, sea serio. Y no olvide que en el pecado va la penitencia; ya lo verá.

Dice Ud. por último: «Me emociona más el ejemplo de cristianos solidarios que entregan su vida por los demás que el discurso mitinero y radical de quien sólo busca votos». Y a mí también. En cuanto a votos, a mí no me interesan. A Ud. es posible que sí. No juegue con la fe.

Y acabo con unas palabras de San Pablo: «Me maravillo de que, abandonando al que os llamó por la gracia de Cristo, os paséis tan pronto a otro evangelio - no que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren deformar el Evangelio de Cristo -. Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema! Como lo tenemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea anatema!» (Gál. 1,6-9).

Es el mismo apóstol que escribe las cálidas palabras del himno a la caridad en Corintios 13, que sé que le gustan mucho. Mire, Sr. Bono, una de dos, o Ud. admite que abortar voluntariamente es siempre inmoral, o si no lo admite, se sitúa frontalmente en contra de la enseñanza de la Iglesia. Esto no es cuestión de miedos ni de opresión de la jerarquía ni de afán de dominio sobre nadie. Es proclamar con claridad el mandamiento de «no matarás». Porque el aborto es un asesinato ¿no?

Con todo afecto,

José Gea